Siguin, senyors, de flors o de ferro les cadenes que lliguen esretament la nacionalitat catalana i les demés nacionalitats espanyoles, les cadenes sempre seran cadenes"

Àngel Guimerà davant l'Assamblea de Manresa.

dilluns, 12 d’abril del 2010

"Barça ou barsaj", i Alfredo Relaño.


Durant tots aquets anys de bloc mai havia ficat un escrit que no fos meu, (cre)c però avui farem una excepció. Be, seran 2 escrits , de dos periodistes que no son del Barça, i que parlen del concepte del Barça actual, i de la diferencia entre el Barça i el Madrid actualment. Durant aquests anys gloriosos que estem vivint del Barça, quan disfruto mes es quan els que no son del Barça lloen la filosofia del Barça i sobretot de la Masia. He ficat aquest 2 perquè en paraules diferents venen a dir lo mateix, un es d'Alfredo Relaño, director de l’As i inventor de “Villarato” (que després del 0-2 ha desaparegut com per art de màgia,) i de David Miro al Periodico de Catalunya del dia 10.




‘Barça ou barsaj’
El club azulgrana ha ganado la batalla mediática internacional, por encima del Manchester y del Madrid

DAVID Miró
En los suburbios de Dakar los críos senegaleses corren descalzos tras una pelota al grito de Barça ou barsaj, que significa Barça o muerte en lengua wolof. Esta declaración de principios hay que tomarla al pie de la letra. Nada más lejos del glamur del anuncio de Pepsi con Messi, Henry y compañía en plena sabana. Esos críos saben que el Barça representa hoy mejor que nada el sueño de Occidente, al alcance de africanos como Touré Yayá o Keita, y están dispuestos a dejarse el pellejo en el empeño. A lanzarse a mar abierto o a cruzar el desierto. Y cuando miran el sol, lo que ven no es la imagen de un Dios todopoderoso, sino un escudo blaugrana que resplandece en el más allá. No todos pueden ser jugadores, es evidente, pero ellos tendrían suficiente con ser un soci, es decir, un venerable ciudadano occidental que tiene su casa, su coche y su asiento en el Camp Nou.




¿Y por qué el Barça y no otro equipo? Hace algunos años los clubs que repartían más camisetas entre los desharrapados del mundo eran el Milan y el Real Madrid. Hoy todavía tienen gancho, pero no tanto por sus colores como por la fama de algunos de sus jugadores. La marca Barça ha ganado la batalla mediática internacional, incluso, por delante del Manchester United. El més que un club es hoy más real que nunca. El Real Madrid ha pasado de ser un equipo que señoreaba por Europa a un club odiado en medio mundo por aficionados que temen que la chequera blanca se lleve por delante a sus ídolos. El club de Chamartín se está quedando sin discurso, sin hilo conductor, y lo único que lo sustenta son los títulos. Por eso, si estos no llegan, puede verse abocado a una crisis sin precedentes. Una crisis que, antes que nada, será de identidad.




Veamos. Desde la Quinta del Buitre la afición blanca no ha tenido una conexión emocional y viva con su plantilla. Aquellos jugadores eran, en su mayoría, españoles y, aunque nunca ganaron la Copa de Europa, los expertos coinciden en que antes de la irrupción del Milan de Sacchi practicaban el mejor balompié del continente. El Madrid tenía un discurso: era hegemónico en España y sus jugadores copaban la selección. Además, como el Barça hoy, eran admirados en Europa por su juego. El madridismo estaba orgulloso de ellos. Hoy el Real Madrid tiene la plantilla más estratosférica que se puede imaginar y no reina en España, hace el ridículo en Europa y su presencia en la Roja, favorita para ganar el Mundial, es testimonial. El Madrid, al contrario que el Barça, se juega la vida este sábado, porque sin títulos no es nada.






En el Camp Nou la situación es del todo diferente. La comunión entre la plantilla y la afición es tan grande que los títulos son ya innecesarios. Este Barça ha sublimado el resultadismo –el gran cáncer de la historia barcelonista– hasta devenir en concepto, en símbolo, en emoción compartida. Se va al campo a disfrutar y, también, a sufrir, pero se sabe que, si se pierde, será por una buena causa, por una idea bella. Los culés siempre saldrán con la cabeza bien alta. Eso, para los que no somos del Barça, es lo que más envidiamos. Casi mataríamos por llegar a ese estadio de perfección.Por eso, sostengo que si la dinámica ganadora blaugrana dura un ciclo largo, pongamos de tres a cinco años, los cimientos del eterno rival se van a tambalear, y los viejos paradigmas y equilibrios históricos desaparecerán. Este Barça está en condiciones de capitanear una auténtica revolución en la hegemonía ibérica y, con la ayuda del Manchester, otro club-concepto, arrumbar a la vetusta aristocracia futbolística. ¿O acaso es casualidad la decadencia conjunta del Madrid, el Milan y el Liverpool, los tres equipos con más historial europeo? Y el Real Madrid se deberá reinventar. Primero, bajando al mundo de los mortales, y luego, buscando su acomodo en el nuevo escenario, donde cada club debe buscar su razón de ser al margen de los resultados, volviendo la mirada a su propietario, el aficionado.






Y para más inri esta estocada al madridismo se habrá consumado con un presidente independentista y un entrenador que conoce a Martí i Pol y promociona la lengua catalana en el mundo con más efectividad que el Institut Ramon Llull –con perdón de Bargalló–. La coincidencia –¿lo es?– no puede ser más estimulante para un país con tantos complejos. ¿No nos van a entender en catalán? ¿Van a pensar que mezclamos fútbol y política? Venga ya. Como si cada club no tuviese una historia que lo singulariza y lo hace único –fíjense en los diferentes orígenes de clubs de una misma ciudad, como el Celtic y el Glasgow Rangers, el Lazio y el Roma, Boca Juniors y River Plate–. Es en la calidad de ese relato de donde emana la fuerza de la marca del club. El Barça es lucha por la democracia (antifranquismo), por las identidades amenazadas (catalanismo), por la integración de los recién llegados (tolerancia), por la solidaridad con el tercer mundo (patrocinio de Unicef)...¿Qué es hoy el Real Madrid? Nada, solo sed de títulos. Un gigante a punto de caer.








Editorial de Alfredo Relaño del dia 12/04/10




El Madrid tiene dos problemas: el Barça y él mismo. El del Barça es inabordable, ahí no puede hacer nada. Durará lo que dure. El que sí debe tratar y analizar es el suyo propio, su desconcierto, que existe. El Madrid ha vivido de su convicción supremacista desde hace más de cincuenta años, y por primera vez veo tambalearse seriamente eso. Por primera vez veo en el ambiente madridista cierta convicción de que ha pasado algo que puede ser muy duradero. El Barça tiene la mano, porque tiene club, tiene cantera, tiene una idea. Y tiene gente muy buena al servicio de esa idea, desde Guardiola a Xavi o Messi.
El primer trabajo del Madrid es reconstruirse y redefinirse, dejar de dudar de sí mismo, escoger una idea, una línea, un entrenador al servicio de ella y respetarle seriamente. El que sea, desde luego, tendrá que tener un poder de liderazgo colosal. Y, en paralelo, convendría también tener la humildad de reconocer que al echar a Del Bosque y a su gente se arrancó una raíz y que eso habrá que repararlo alguna vez. El Barça es club, el Madrid no tanto. Hace años el Barça fichaba lo mejor (Maradona, Schuster, Cruyff...) pero el Madrid solía imponerse desde sus convicciones. Esas convicciones las tiene que recuperar.